El problema del doble peso (II)

Para entender el doble peso debemos entender cómo se transmite la energía o poder en el Tai Chi Chuan.

Moméntum vs Cinética

Las artes marciales internas basan su poder en el momentum, es decir, en la fuerza lineal transmitida de nosotros al contrincante.

Es su objetivo el mantener y aprovechar el moméntum.

Cada una, a su manera intenta mantener esta energía alimentándola constantemente, como el operario de una caldera de vapor de una locomotora, tirando carbón constantemente para no perder el impulso.

Continuando con el símil literario, la locomotora, que es el moméntum , es común a todas las artes , el carbón que cada una usa es diferente.

El maestro Djurdjevic hace una excelente diferenciacíon técnica que yo me permito aquí interpretar.

El xing yi chuan lo hace mediante el uso de la gravedad, es decir mantiene el moméntum mediante la presión hacia abajo para «recargarlo» mediante compresión contra el suelo y su correspondiente expansión.

El pa kwa chan lo consigue mediante el uso de la espiral, mantiene el impulso modificando la extensíon y reducción de los círculos, como quien enrolla un cable en una enorme bobina, manteniendo la trayectoria lo suficientemente tensa como para mantener el efecto de transmisión del moméntum.

El tai chi chuan lo gestiona mediante la continuidad, lo que en cierta forma es el chan se jing o «enrollar la seda». Lo consigue contrayendo o expandiendo el centro, ya sea llenando o vaciando para mantener el flujo continuo de energía.

Si miramos la fórmula del momentum tenemos que es igual a la masa x la velocidad.

Esta es la gran diferencia con las artes marciales externas que usan mayormente la energía cinética.

En las artes internas el ataque trata de transferir la totalidad de nuestro peso al contrincante, independientemente de la velocidad. Por eso muchas veces le dice uno a sus alumnos que la técnica la hagan lenta, porque si a baja velocidad es efectiva, a alta lo será más.

Porque en TCC y en las demás artes internas, la velocidad no es una prioridad.

Sabemos que el TCC fue creado para usarlo cuando eres más viejo, lento y débil que tu oponente. Así que será el correcto uso de tu estructura corporal y tu relax el que hará el trabajo.

Pongamos por ejemplo dos bolas de billar impactando. ¿Quién no ha visto que aunque una bola sea golpeada muy despacio por otra, ésta se mueve igualmente y puede que incluso recorra un gran tramo por la mesa de billar?

Eso es porque una bola le ha cedido totalmente su moméntum a la otra.

En las artes marciales externas se trabaja más con la cinética. Es decir que se acelera un puño o un pié todo lo que se puede para causar un buen impacto. La fórmula de la energía cinética es la mitad de la masa x la velocidad al cuadrado, es decir, que la velocidad es el parámetro más relevante.

Así que más te vale ser joven o rápido o muy fuerte para que el golpe sea efectivo.

Si pensamos en dos pelotas de goma, para que una mueva a la otra, tiene que acelerar mucho, de lo contrario, por el tipo de superficie, habrá poco movimiento dado que se amortiguará el impacto.

En TCC, nuestra estructura corporal y nuestro relax nos transforman en una masa sólida que trasnmite, sin importar la velocidad, la fuerza al adversario, concretamente nuestro peso.

Si olvidáramos por ejemplo el relax y tensáramos los brazos al practicar un fuerte empuje, nuestros brazos se aislarían del resto del cuerpo, volviéndose amortiguadores (como la pelota de tenis) en lugar de transmisores de la fuerza aplicada (como la bola de billar).

Cuando eso pasa, los novatos empiezan a forcejar y los más veteranos solemos decirles «no uses fuerza» que es como decir «vuelve a reconectar todo tu cuerpo que sólo estás usando una parte aislada».

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Doble peso, enemigo del moméntum

El doble peso no es más que el asesino del moméntum.

Detener el moméntum es dejar que se muera una oportunidad de alcanzar nuestro objetivo.

Un combate es básicamente un juego donde una ventana se abre y otra se cierra en el ataque y la defensa y tenemos décimas de segundo para usarlas.

Si pensamos en enrollar la seda (chan se jin), imaginémonos que tiramos de una barca por un lago. Si se rompiera la cuerda tendríamos que arrojarnos al agua, empalmar la cuerda regresar a la orilla y empezar de cero.

Lo mismo si cortamos el moméntum.

Es cierto que las artes marciales externas y los deportes de combate en su mayoría y al usar sólo la cinética, pasan interrumpiendo este proceso, en el cual se detienen y vuelven a empezar.

La filosofía de la NeiJiá (esuela interna) es diferente. Se basa en el flujo constante de la acción, un concepto muy taoísta la verdad.

Y muy efectivo.

Para aumentar su efecto, las AAMM internas no sólo trabajan con nuestro moméntum sino con el del contrincante, lo que hace multiplicar la potencia. Sin duda esto las hace mucho más sutiles, más duras de dominar (y por eso muchos dicen que son anticuadas u obsoletas).

El gran enemigo es el doble peso, ya que caer en él nos obliga a «resetear» toda nuestra intención, matamos el impulso y destruímos el moméntum.

Desde el punto de vista de la salud, romper la continuidad implica, si hacemos una forma en solitario, que nuestras articulaciones y músculos trabajen de más ya que anulamos la conexión entre movimientos y desaprovechamos lo que yo llamo, «la inercia controlada del TCC».

Desde el punto de vista del combate significa romper un ritmo natural que abre ventanas para que nos entre un ataque inesperado, desaprovechar nuestra energía y anular nuestra capacidad ofensiva-defensiva.

El trabajo estático donde corregimos el doble peso es apenas un inicio.

El doble peso debe revisarse en todo el cuerpo y dependerá de la acción de nuestro adversario dónde debemos poner o sacar, dónde deberemos vaciar o llenar.

En mi humilde opinión, los trabajos en pareja tipo San Shou o Da Lü son excelentes para ir desterrando poco a poco este defecto.

¿Cómo nos damos cuenta de que vamos progresando?

Cuando sentimos que no hay huecos en nuestra rutina de pareja, que el impulso se mantiene sin perder la raíz, que un movimiento da luz al siguiente sin esfuerzo y con buena estructura y ya más avanzados, cuando somos capaces de cambiar el ritmo sin perder la continuidad, escuchando la fuerza, adhiriéndonos, siguiéndonos en una espiral continua.

El problema del doble peso (I)

El doble peso es considerado uno de los pecados técnicos más grandes del Tai Chi Chuan, aunque no es un problema exclusivo de este arte, otras artes internas y externas analizan este tema con diferentes nombres y relevancias.

Algunos practicantes hablan casi con miedo del doble peso, como si fuera una bestia que ataca sin aviso.

Otros están atentos para ver si detectan en algún video de una escuela rival a alguien que esté cayendo en este error.

Pero lo cierto es que poca gente comprende lo que es realmente el doble peso.

La definición de doble peso más extendida es la que define la situación en que nuestro peso esta repartido 50/50 en cada pie.

Por eso algunos afirman que la posición de mapu (mabu), posición del caballo o del jinete de hierro no puede formar parte de un arte marcial interno, ya que es notorio que para mantenerla el peso debe estar equitativamente distribuido.

Este es un buen ejemplo de la escasa comprensión de este tema.

En primer lugar no creo que ninguna postura tenga que desestimarse a priori, fundamentalmente porque son «posturas».

¿Qué quiero decir con esto?

Las posturas son como los fotogramas de una película, aislados del resto parecen algo quieto, casi inútil. De hecho la tendencia «moderna» es la de criticar y reírse en general de las posturas marciales tradicionales.

Lo cierto es que por ser interpretadas como algo fijo, la mayoría desconoce la verdadera utilidad de cada una (que no es para que queden bonitas, eso es lo primero).

Pero tanto hablemos del doble peso como de su eficacia en general, lo que nadie hace es recordar que una postura es un cuadro congelado que forma parte de una cadena de movimientos.

Repito, el análisis estático de las posturas puede conducir a muchos errores si olvidamos vincularlo a su contexto dinámico.

Entendamos que, tanto si caminamos como si realizamos un ejercicio de TCC, evitar el doble todo el tiempo es imposible.

El movimiento de nuestro cuerpo se basa en la traslación del peso de una pierna a otra.

Lo que significa que en algún momento nuestro peso estará equilibrado 50/50, lo contrario es físicamente imposible.

Pero, si no se puede evitar totalmente, ¿porqué se insiste tanto en no estar en doble peso?

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Doble peso, no sólo está en los pies

El TCC se especializa en crear y mantener su fenomenal transmisión de fuerza gracias a un factor dinámico fundamental: la continuidad de movimiento.

Todo arte marcial es esencialmente movimiento.

Lo estático sólo se usa para aislar partes de su contenido y poder aprender de ello.

Toda práctica marcial seria, siempre incluye el ensamblaje de esas partes en un todo realmente vivo. La quietud es para el TCC lo que un cadáver a la medicina, es algo para estudiar, pero sin vida.

Cuando se examina el doble peso de una postura en estado de reposo, es a efectos de corrección estructural, pero tiene que mantenerse en mente que eso será algo móvil. Se estudiarán detenidamente la apertura o cierre de las articulaciones del fémur con el sacro.

Generalmente se empuja al practicante para que corrobore si tiene «raiz», es decir si aguanta en el sitio sin ser vilmente empujado.

Pero, ¿qué pasa con la postura del jinete de hierro, del caballo o «mapu» y su mítico y odiado 50/50 en cada pie?

¿Qué pasa con la postura de combate «santishi» de xing yi chuan que tiene el peso repartido casi 50/50?

¿Son ineficaces? ¿Inútiles? ¿Los grandes maestros estaban borrachos cuando la inventaron?

Seguramente que no. Lo que sucede es que hay posturas que se aprecian sólo en un contexto dinámico. En movimiento, cualquiera de estas posturas será eficaz para ceder el impulso de la técnica y seguramente no tendrán para nada 50/50 repartido entre sus pies, porque el impulso sólo puede ser dirigido eficazmente en una dirección a la vez, por lo que apenas extienda un puño bien conectado a mi estructura, existirá un traslado del peso en esa dirección, favoreciendo el moméntum (transmisión de mi masa a la de mi contrincante) y rompiendo el doble peso.

Es decir, no porque veamos las piernas paralelas y flexionadas igual, tienen ambas el mismo peso en ellas.

El comprobar una postura de gato o arco en quietud es fácil y práctico a fines didácticos. Pero lo que generalmente se olvida es que ese test es insuficiente.

Estar «enraizado» es sólo una parte de la cosa. Si yo no puedo salir de ese estado de raíz y transformar la fuerza aplicada caeré inevitablemente en doble peso.

¿Cómo? Simplemente porque si mi adversario y yo estamos igualados en empuje y resistencia, hemos destruído la transmisión del momentum, por lo tanto, él y yo nos trasnformamos cada uno en una pierna de un cuerpo imaginario que se reparte 50/50.

Porque si tomamos en cuenta que, según los maestros, cuando entramos en contacto con el rival, ya no existen dos cuerpos sino UNO SOLO, entonces el doble peso ya no es tema sólo mío, sino de como gestiono el peso del rival y si entre nosotros existen dos ying o dos yang, pues nada, hay doble peso también.

Tampoco suele decirse que el doble peso no se circunscribe solamente a las piernas.

Es bastante más sutil que eso.

De nada sirve que yo tenga un correcto 60/40 distribuido en una postura de arco si la parte superior tiene el mismo peso que la parte inferior.

Si el «cielo» (del tantien para arriba)  y la «tierra» (del tantien para abajo) están igualados, es decir, si los dos están llenos o los dos vacíos, zás, hay doble peso también. El 50/50 va más allá de los pies, va en la intención, en el lleno o en el vacío, en la expansión y la contracción.

El concepto se aplica por todo el cuerpo de modo que podemos dividirlo en cuadrantes, generando un número impresionante de combinaciones, es decir, según la técnica a la que nos enfrentamos deberemos vaciar un hombro y llenar el otro, o llenar los dos hombros para poder vaciar la cintura y así de forma indefinida.

 

“Esa aplicación no es de este estilo” (análisis de un comentario desafortunado)

 

Más de una vez algún practicante me ha referido que, en situación de mostrar la aplicación de algún movimiento de Tai Chi Chuan, ya sea en un curso de especialización o seminario, de pronto recibe el desconcertante comentario: “esa aplicación no es de este estilo”.

Pocas frases se me ocurren más desafortunadas a la hora de fomentar el desarrollo marcial de este arte.

Esto hace sentir al alumno como que está haciendo algo malo (y sobre todo, si la técnica en cuestión ha funcionado, es tremendamente injusto) y pareciera que tiene la intención de desmotivarlo a investigar el movimiento aplicado.

Desde mi punto de vista, el objetivo de cualquier arte marcial es aportar una estructura para que el practicante desarrolle todas sus capacidades y aproveche sus talentos naturales.

Las formas, los ejercicios, los empujes fijos o móviles, los combates libres o semi-libres, los métodos, es decir, toda la parafernalia marcial conducen hacia un único punto que es al de la libertad absoluta de movimiento.

La técnica es como el molde de una tarta, una vez que la tarta esta lista…¿nadie se come el molde, o si?

Si mal no recuerdo fue Miguel Ángel, uno de los artistas más encumbrados de todos los tiempos, quien decía que la manera que él tenía para darse cuenta de que su obra estaba acabada, era cuando ya no tenía más que sacarle.

Esta hermosa frase se aplica a cualquier conocimiento o habilidad humana. Todo experto es en sí mismo la expresión de una síntesis, no de un cúmulo insoportable de datos o técnicas. Es por eso que cuando vemos a un gran atleta o músico parece que lo que hace es “fácil”. Y es que en realidad lo es…para él.

Porque él ha llegado a la síntesis, a la concentración y absorción de todo lo que ha practicado, todo eso forma parte de él no algo ajeno a su naturaleza y por eso entonces fluye y esa naturalidad se nota a simple vista.

Por lo tanto, decir que un arte como el Tai Chi Chuan, con tantos estilos y formas, tieneunas aplicaciones concretas e inamovibles según el estilo o linaje, me parece un contrasentido y literalmente una tontería. Permanecer en ese pensamiento es como decir que la mejor manera de caminar es usar unas muletas.

El comentario del título tiene, a mi humilde entender, muchas raíces.

Una de ellas es la comprensión demasiado esquemática, rígida y estrecha de los que es el Tai Chi Chuan.

Porque, a pesar de su compleja estructura mecánica, táctica y filosófica, el Tai Chi Chuan busca uno de los objetivos más profundos del ser humano: la libertad. Repetir como loros, movimientos o palabras de otros, no es libertad, es dejar la responsabilidad de nuestro arte en manos ajenas y eso no es un artista marcial. Cuando en un momento dado, todo tu destino depende de tus puños y tus pies, cuando el conocimiento de tu cuerpo y tu arte son la única defensa ante una muerte segura, no hay tiempo para cánones rígidos o actitudes vacías. Eso lo sabían los antiguos guerreros, los grandes maestros. He ahí el origen y el final.

El Tai Chi Chuan es una forma de moverse, no una serie de movimientos.

Una vez repetida muchas veces una secuencia de técnicas, el practicante comienza a desarrollar su creatividad y su intuición. Los movimientos aplicados a veces surgen a partir de una o dos técnicas que ya nos habían enseñado, sumando nuevas a las ya existentes, otras aparecen casi de la nada, en una especie de epifanía marcial.

Esto no sólo no es malo, ¡es deseable!

Resumiendo, las aplicaciones que pueden surgir de un sólo movimiento son innumerables, no decimos infinitas porque sería exagerar, pero una docena creo que ya es una cantidad importante y muy factible.

Otra razón para que se caiga en la afirmación de que solo puede haber una forma de aplicar o sólo una forma correcta según determinado estilo, es el defecto humano de estar constantemente intentando separar lo bueno de lo malo (o lo que es lo mismo, decir solapadamente que mi estilo es mejor que el de los demás).

El gran maestro Bruce Lee afirmaba que mientras el cuerpo humano siguiera teniendo 2 brazos, dos piernas, tronco y cabeza, la raíz del movimiento sería siempre la misma, por lo que los estilos en sí, eran obsoletos. El pensamiento de sifu Lee intentaba llegar a profundidades que aun no se han comprendido el día de hoy. Afirmaba cosas tan revolucionarias como que él tenía por estilo no tener ningún estilo.

En definitiva (siempre lo digo), los estilos son interpretaciones personales de una cierta verdad y la existencia de éstos se debe a una de las maravillas de la naturaleza humana: la diversidad.

Los humanos tenemos el privilegio de optar, según nuestras características físicas, intelectuales y emocionales, por un camino en particular. Pasa en la música, en las matemáticas, en el arte.

Un estilo es sólo un bus que me lleva a mi destino. No deberíamos enamorarnos del bus, porque a veces el bus nos lleva a otro sitio y si estamos demasiado obnubilados con él, podemos desviarnos peligrosamente.

Pero si bien en el plano deportivo o tradicional encontramos a los estilos de las escuelas más o menos diferenciados (con sus formas, métodos de entreno, etc), es en la acción real, en el combate, donde el estilo de la escuela desaparece y sólo queda el estilo del individuo.

Allí está la esencia, el perfume concentrado de todo lo aprendido, la síntesis más pura y honesta del arte.

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Aunque tranquilos, no tenemos que batirnos en duelo mortal para conseguir experimentar algo de esto, ni meternos en un campeonato de MMA. Alcanza con que en las aplicaciones dejemos fluir y observemos.

Miremos atentamente qué ocurre, qué tiene que decir nuestro cuerpo sobre lo que ha aprendido.

Hay una forma clásica en que los practicantes de TCC solemos descalificar a otros cuando hacen una aplicación y es diciendo: “eso es Kung-Fu” o “eso es Chin-Na”.

En primer lugar las personas que suelen decir eso no han practicado nunca ninguno de estos nobles artes, a los que no se los debería usar como algo peyorativo. Yo me pregunto si realmente sabrían diferenciar entre un golpe de puño de karate, de pachi-chuan o de tai-chi-chuan… En segundo lugar, muchos antiguos maestros integraron muchísimas técnicas de otras artes al Tai Chi Chuan, ¿porqué? Simplemente porque funcionaban en la estructura biomecánica humana y encajaban perfectamente en la visión estratégico-táctica del boxeo de las sombras.

Para que nos vayamos enterando, el Tai Chi Chuan es una clase de Kung-fu o Gong-fu interno.

Lógicamente, no todos tenemos el nivel para emitir un peng devastador capaz de lanzar al enemigo varios metros por el aire. Sin embargo si podremos usar la poderosa acción evasiva de . O habrá quienes enconarán en lie la contundente respuesta a una agresión….en fin…

Según el nivel, el practicante irá de lo menos sutil a lo más sutil. Pero si sigue las reglas, continúa siendo Tai Chi Chuan. Y eso puede estar manifestado en un simple golpe con la mano abierta o en un paso hacia adelante que bloquee la línea de fuerza del contrincante.

No es el envoltorio, es el contenido.

Gracias por leerme.

Una reflexión sobre la maestría

La maestría en las artes marciales es un tema poco comprendido.

Al contrario de lo que pasa con otras actividades humanas, en el que obtener un dominio destacado significa exactamente eso (en la física, las matemáticas, la literatura, la mecánica, o lo que sea), el “título” de maestro en las artes marciales parece que confiere a su poseedor una especie de don sobrenatural que lo eleva sobre el resto de los mortales.

Este pensamiento es- a mi humilde modo de entender- altamente nocivo, predispone a aquellos que se acercan al maestro en cuestión a tener una actitud sumisa y en algunos casos, servil.

Hay demasiado mito, quizás alimentado por películas de calidad dudosa, en las que el maestro es una especie de semidiós de quien incluso un simple estornudo tiene un significado místico.

Necesitamos aclarar que es cierto que las artes marciales conducen de alguna manera a lo que algunas corrientes filosóficas llaman la iluminación. Pero, sin lugar a dudas, no todos los maestros alcanzaron esta estatura espiritual.

La mayoría eran grandes guerreros o luchadores, pero sus vidas personales estaban llenas de debilidades humanas y dolencias absolutamente terrenales…

Incluso los hubo que, en vez de destacarse como luchadores, lo hicieron por haber creado el basamento teórico de su arte, lo que es una herencia invaluable.

Así que el no haber alcanzado los límites de la conciencia búdica no afecta ni afectará para nada el mérito de ningún maestro como transmisor, creador de una escuela, guardián de un estilo o gran teórico. Una cosa no quita la otra.

Es necesario comprender que en las artes marciales, la sabiduría mística no es condición indispensable para alcanzar la categoría de maestro.

Son cosas mucho más tangibles como destreza técnica, capacidad de innovación, aporte de nuevos elementos, investigación, desarrollo de nuevos aspectos, etc.

Resumiendo, puede decirse que un maestro es alguien que aporta prestigio a su escuela y que es reconocido por el arduo trabajo que ha realizado en ella. La iluminación no entra en la ecuación, porque, entre otras cosas, es algo individual y la docencia es una tarea eminentemente grupal.

El maestro es alguien que ha demostrado no vivir para sí, sino para su enseñanza, su escuela, su estilo y sus alumnos.

DSC_0019Pero en occidente, quizás por tener una vida espiritual bastante alejada de nuestra cotidianeidad, nos empecinamos en revestir al maestro de características dignas de un personaje de la Marvel Comics.

Necesitamos de cierto exotismo que nos saque de nuestras vidas llenas de estrés y monotonía.

Otro elemento muy humano interviene también. La necesidad de delegarle la responsabilidad a otro. Eso lo hacemos a nivel religioso, político, emocional… no es más que la vieja necesidad humana de ceder nuestra voluntad a alguien o algo que nos diga a dónde tenemos que ir, estamos deseosos de ponernos sobre un raíl sobre el que dejarnos llevar y no usar la cabeza.

La facilidad con la que caemos en las redes del consumismo es otro gran ejemplo. Todo lo que sea seguir una corriente parece tener una gran capacidad de seducción.

Esto da origen a alumnos ciegos, sin capacidad de análisis, con la inteligencia de una fotocopiadora y maestros, que, generalmente, sólo son maestros en extraer el dinero de los bolsillos de sus discípulos, los que en gran medida tienen la responsabilidad de ser embaucados ya que es su falta de profundidad y su imperiosa necesidad de creer en la primer paparrucha que les pongan delante lo que se lo pone tan fácil… como si un condenado a la decapitación se dibujara una línea punteada en el cuello.

El tipo de alumno que yo jamás desearía.

Está claro que todos somos posibles víctimas de un “estafador marcial”, de hecho yo mismo he mordido el anzuelo más de una vez…pero luego de un tiempo prudencial uno escupe la carnada en cuanto se ve que las cosas se caen por su propio peso. Todo depende de la experiencia que tengamos y de la capacidad histriónica del falso maestro.

Yo siempre insto a mis amigos, alumnos y discípulos a que usen sus mejores armas: la deducción y el análisis. Una cosa es respetar las enseñanzas y al docente que esta colaborando en tu crecimiento como artista marcial. Otra es que uno ponga el cerebro en “stand by” y acepte todo lo que le echan.

Un artista marcial debe tener una mente rápida.

Se supone que se esta entrenando para superar situaciones límite donde en un segundo debe evaluar qué hacer o no, ya que de eso puede depender su integridad física o la de un ser querido. Así que siempre los estimulo a que busquen información, que contrasten por ahi… La discusión educada no sólo está permitida, es vista con buenos ojos.

Conocer otras escuelas, otras técnicas, otros docentes siempre enriquece.

Los grandes maestros de la antigua China compartían información mucho más de lo que hoy hacemos, en los que parece que unos temen que le roben alguna técnica secreta y eso favorezca económicamente a su rival.

Porque hoy, desgraciadamente, todo se mide por el vil metal.

Conozco varios casos de “maestros” que prohíben que sus alumnos entren en contacto con otras enseñanzas. Esta actitud sectaria es el envoltorio del temor a que su rebaño abra los ojos y quiera salir por patas al darse cuenta que los han estafado.

La enseñanza es como una linterna, se basa en iluminar, no en ocultar. Nadie se compraría una linterna que arroje sombras…

Claro que también están los maestros que sabiendo mucho no lo sueltan. Más sombras.

Cada vez que he detectado oscurantismo en algún sitio lo he abandonado sin siquiera mirar atrás.

En serio, si alguien se atreve a prohibiros crecer o los mantiene atados con la ilusión de un conocimiento que nunca llega, dadle con la puerta en las narices. Esas tácticas son de gente poco evolucionada.

Como director de una escuela, sólo puedo intervenir en algún caso disciplinario grave que afecte la tradición, el honor o el funcionamiento normal de la instutución que han puesto a mi cargo. No poseo autoridad sobre la vida personal de nadie de la misma forma que no permito que nadie la tenga sobre la mía.

No solo no os dejéis atrapar por los que no saben, tampoco por los que saben y no comparten. El saber no habilita para enseñar, de nada sirven los títulos y los linajes si el docente en cuestión carece de la pedagogía o lo que es peor, la generosidad necesaria.Enseñar es compartir y algunos no se sienten cómodos compartiéndolo todo.

Buscad antes alguien que os enseñe bien que alguien que esté atiborrado de un conocimiento que nunca llegará a vosotros.

En las artes marciales chinas, las relaciones son equiparadas a las familiares.

Sifu , en chino maestro, es “padre que enseña”, el maestro de tu maestro es tu abuelo, etc. Hay primos, sobrinos, hermanos mayores, menores…

Tu sifu no es quién más sabe en el mundo. Tu sifu es, por decirlo de alguna manera, quien te ha traído al mundo en cuanto al arte marcial.

Si bien a veces por respeto llamamos maestro a figuras destacadas de otras escuelas, lo cierto es que sólo estamos “obligados” (por decirlo de alguna manera) a llamar maestro, concretamente decir «mi maestro» a quien nos ha educado e impulsado de forma más decidida, es decir, a aquel que en nuestro corazón sabemos que nos ha dado más que nadie.

Cuando uno se transforma en discípulo significa que nuestro maestro se hace cargo especialmente de nuestro avance. Es un honor y una responsabilidad compartida. No es una relación simplemente institucional. O no debería. El verdadero trabajo del maestro es cuando consigue tener un discúpulo. Va más alla de saber muchas técnicas. El sifu navega dentro de su hijo marcial, como el jardinero que cuida de su planta más preciada, asumiendo la responsabilida de cortar aquí y agregar allá.

Si alguien piensa que es fácil, que lo intente.

Hay niveles en todo. La maestría no escapa a esta regla. Hay maestros y grandes maestros. Hay quienes dominan una parte del arte y los que dominan muchas áreas.

Pero lo cierto es que nadie puede abarcarlo todo ni saberlo todo.

En lo que a mi respecta no me gusta que se use la denominación a la ligera, pero tampoco temo llamarle a quien considero un profesional en su arte, maestro.

Me gustaría que dejase de ser una palabra casi maldita.

Creo que la maldición viene del uso para vanagloriarse.

Un verdadero maestro siempre siente una ligera incomodidad cuando lo llaman «sifu«, porque en el fondo sabe todo lo que le falta por alcanzar.

A mi me gusta darle un uso afectivo. Como a mi difunto maestro al que nunca llamé maestro en vida, ni hacía falta, pero hoy me gustaría tenerlo para decírselo con todo el cariño del mundo, sin que significasen tronos ni glorias, simplemente un reconocimiento por haber estado a mi lado.

Hay una gran diferencia en donde impacta la palabra «sifu». Puede que a algunos les dé de lleno en el ego y a otros nos de en el corazón. Algunos oirán «eres la leche, lo mejor de lo mejor» y otros oiremos «mi mentor, mi compañero y mi amigo».

Se muy bien, que muchos excelentes docentes no quieren ni acercarse a esta denominación por humildad legítima y por que lamentablemente ha sido muy manoseada. Pero unos cuantos se la merecen.

Personalmente creo que la maestría es asignada por alguien distinto a ti, es un reconocimiento que llega por diversos motivos y que no se obtiene en un aula o un examen. Es un proceso de la naturaleza y no puede ser envasado ni mucho menos comercializado.

Un concepto erróneo es creer que la maestría es la llegada a la cima de la escalera, cuando la verdad es que es la puerta para empezar a experimentar el arte con toda serenidad y aprender aun más intensamente.

Huid de aquellos que quieran que los sigan para que los colméis de halagos y quedáos con aquellos que quieren contagiaros el amor por su arte.

Como dijo un gran maestro: «no me sigas, si me imitas fracasarás, sigue mis enseñanzas y triunfarás»

Gracias por leerme

El concepto erróneo de la marcialidad en el Tai Chi Chuan

Uno de los conceptos más dañinos en la práctica y la enseñanza del Tai Chi Chuan es la idea equivocada que se maneja sobre la «marcialidad«.

Algunas personas, sólo con nombrarle «marcial» huyen despavoridas. La asocian con violencia o con esfuerzo y trabajo duro hasta desfallecer.

De modo que las personas que sean algo mojigatas y sin una comprensión profunda del origen y el fundamento del TCC se harán cruces y pedirán «el otro taichi», el que es paz y amor, ese que es como una danza para gente obnubilada.

Por otro lado, las personas con dificultades físicas o simplemente perezosas, tendrán miedo de que esta palabra las arrastre a un mundo de sacrificios y dolores musculares inenarrables.

Pues ni una cosa ni la otra.

Lo primero es entender el verdadero significado de la palabra «marcial» aplicada a este bello boxeo interno.

Como inicio obvio tenemos que… ¡el TCC es un arte marcial! No es origami, ni ikebana, ni ceremonia del té.

Es un arte marcial y eso es indiscutible.

Otra cosa es que uno no sirva para artista marcial, pero las cosas lo que son.

Hay gente por ahí que se inventa historias sobre el origen místico del TCC, pero son todas tonterías sin base histórica ni sentido común (que viene a ser el menos común de los sentidos), no son más que miserables intentos de disfrazar su ignorancia del tema.

Lo segundo que debemos considerar es que, la razón por la cual el TCC es saludable es porque la filosofía marcial de obtener el mayor resultado con el menor esfuerzo encontró, y los dioses sean loados por ello, una de las formas más efectivas y sanas de mover el cuerpo.

Dicho en cristiano, la búsqueda de la fórmula de poder dejar fuera de combate a otro sin siquiera sudar, dio por resultado un ejercicio estupendo.

El tercero y más pernicioso de los prejuicios es que se piensa que marcialidad es andar a tortazos por la calle o que uno debe caminar sobre cristales mientras blande una cimitarra.

Dependiendo de la capacidad, constitución física, tiempo disponible y, en general, de la salud del practicante, el docente en cuestión administrará lo marcial según su saber y experiencia le dicten. Claro que para administrar algo, debe estar en posesión de ese algo.

Generalmente si alguien no enseña la parte marcial aunque sea en lo más mínimo, es que carece del conocimiento. Las frases clásicas «más adelante», «esto es un arte no violento», etc, sólo quiere decir una cosa: no tengo ni idea de cómo se aplica marcialmente esto. Administrar lo marcial no es anular lo marcial…

Los practicantes que nunca aplican los movimientos de su forma están casi siempre luchando contra errores estructurales…que casi siempre se los menciona otro que sí sabe para qué se aplican…

Se nota, al ojo experto, quién hace una forma conociendo su aplicación y quién no.

Los movimientos que descuidan la parte marcial son potencialmente peligrosos para la salud, ya que está perfectamente integrado el uso en el combate con la postura adecuada, que no desgasta el cuerpo y no produce lesiones.

Por lo anteriormente citado, lo marcial no es opcional.

¿No lo usarás nunca en la calle?

Genial.

¿No lo entrenarás con pasión guerrera?

Tú te lo pierdes.

Pero debes conocerlo y aplicarlo, porque es la única herramienta con la que obtienes un autoconocimiento profundo de tí mismo y, al interactuar con otras personas, recibes en 10 minutos una información que quizás no obtengas en 10 años de entrenamiento en solitario.

Trabajo marcial es, en gran medida, trabajo con compañero.

Es salirse del microcosmos personal y enfrentarse a un universo un pelín más grande.

Cuando entras en contacto con otra persona, ya no existen dos cuerpos sino uno, te transformas en un conjunto y para conjuntar debes relajarte y saber escuchar cada movimiento o intención de tu contrincante.

No hay forma en solitario que te enseñe eso.

Dicen que el TCC sólo se manifiesta en movimiento y el trabajo marcial es la manera mas auténtica de movimiento para el practicante comprometido, allí se enfrenta a la ley del caos, aprende a contemplar, a escucharse a sí mismo y al compañero, a relajarse, a no delatar su movimiento, a corregir las distancias, estructura, a reaccionar en el momento exacto, no pecar de exceso ni insuficiencia,  etc.

Además, si uno aprende a mantener a raya el ego (cosa por demás muy útil) consigue aprender divirtiéndose mucho y salir de la eterna rutina, cansina y estéril de la forma vacía.

Gracias por leerme

Fernando Veira.

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El Tai Chi Chuan también es para “machotes” y gente joven

Es en cierta forma irritante, para quienes nos dedicamos a la docencia marcial hace ya unos años, que se asocie a nuestro venerable arte marcial con una actividad exclusiva para mujeres (porque claro, son el “sexo débil”), preferentemente mayores y con una interminable lista de problemas físicos.

Y es irritante porque no es verdad.

En todo caso demuestra que las mujeres que se acercan a este arte marcial son definitivamente más listas que los ejemplares masculinos que arrugan la nariz cuando, entre una serie de actividades, alguien les propone “¿porqué no pruebas con el taichi?”

Muchos sacan pecho como un sargento de infantería y, con una sonrisa condescendiente, dicen cosas como: “es que no quiero aburrirme”, “soy muy inquieto”, “necesito sudar”, “eso es para viejas”, “mejor voy a hacer boxeo thailandés (o lo que sea)” y un largo, largo etcétera.

Por supuesto, es respetable que cada uno haga lo que le apetezca, no todos tenemos los mismos gustos, a mi el padel no me mola, pero reconozco que es un gran ejercicio.

El caso aquí no es que todo el mundo haga tai chi chuan, sino que los hombres y la gente joven entiendan que pueden extraer de él mucho más de los que los prejuicios instalados en nuestra sociedad, respecto a este mutilado arte, nos permiten ver.

Como siempre, la imagen de cientos de chinos haciendo una forma a la velocidad de un caracol, no ayuda para nada…sobre todo porque esos chinos, el 99%, sólo hacen eso, es decir, moverse a velocidad de caracol.

Para una persona activa, vital, llena de energía, esto es de todo menos seductor.

Los occidentales vivimos “escopeteados”, es decir, a todo gas, así que tenemos un problema serio con esto de la lentitud. Nos parece que algo rápido es bueno y muy rápido es aún mejor.

Así que no es de extrañar que se alejen como de la peste de una actividad en la que parece que te cronometran con un calendario.

Sin embargo, cuando nos damos cuenta, toda esa velocidad ha acabado con nuestros nervios. Vivimos tan rápido que…se nos va la vida sin enterarnos…

Pero la forma de tai chi chuan es uno de los aspectos y esto tenemos que fomentarlo, gritarlo a los cuatro vientos para ver si se enteran las masas y comienzan a acercarse de una vez a un arte que es tremendamente beneficioso.

La única forma de aburrirse con el TCC es haciendo todos los días lo mismo.

Es cierto que a algunas personas uno las entretiene haciéndoles girar una moneda durante horas y se lo pasan genial…pero la gente activa y de sangre caliente escapará dejando un rastro de fuego en la carretera.

No podrás aburrirte si empiezas a entender que tu cuerpo no sólo sirve para sacar “musculitos” para impresionar a las chicas (considerando que una mujer que se impresiona por eso valga la pena, pero, en fin, para gustos pintan colores).

El TCC te hace descubrir la compleja y tremendamente efectiva máquina que tienes a tu disposición: tu cuerpo. Si a eso le agregas que te enseña a conectar esa máquina a un sofisticado ordenador (tu cerebro), las posibilidades son realmente excitantes.

El TCC -decimos en broma quienes lo entrenamos durante décadas- , es para “vagos”. Pero en realidad es para chicos listos, porque buscamos obtener el máximo resultado, con el mínimo esfuerzo.

Cuando el típico grandullón hipermusculado intenta empujar al flaquito esmirriado y no consigue moverlo siquiera un milímetro, a la gente que está mirando se le queda un signo de interrogación enorme sobre la cabeza. ¿Ya no parece algo tan tonto, verdad?

Da mucha rabia pasarse horas en el gimnasio y estar como un toro y no poder con un contrincante que no parece haber tocado unas pesas en su vida…lo sé…y me encanta proporcionar esa rabia, ¡lo admito! Se te quedan mirando como si tuvieras un secreto mágico… pero es trabajo duro y física aplicada, ¡lo que a todo hombre de pelo en pecho suele gustarle!

Así que no sólo no te aburres entrenando, te diviertes muchísimo mostrándole a tus amiguetes los “truquillos” que te enseñaron en clase. ¡Si es que no puede haber nada más masculino!

Para quienes dicen que tienen “mucho nervio”, son “inquietos”, pues el TCC les viene de perlas.
Alguien inquieto necesita justamente enfocar, regular y aprovechar su inquietud.
Es cierto, el TCC no es para vigoréxicos.
Pero a gente normal, los ayuda a centrarse, a aprovechar sus capacidades, ya no sólo físicas, sino mentales y emocionales.

Porque el “taichi” no es un simple ejercicio, es un arte y muy marcial. Exige una unificación de todas las áreas del ser humano para enfocarlas en una tarea concreta: vencer a tu adversario. Pero no de cualquier manera. Tiene sus reglas, eso lo hace más interesante.
Una de las más importantes es que debe hacerse sin fuerza (no como esos que dicen hacer TCC y te meten unos empujarrones dignos de un toro miura).
Por algo se le llamaba “el boxeo gentil”.

En cuanto uno aprende que debe vaciarse de todo lo inútil, de pronto se da cuenta que…los nervios han bajado una enormidad. No porque recitamos mantras o soñamos con unicornios, sino porque la estructura física y mental del arte nos lo exige y es algo que actúa indirectamente.
Esa calma adviene naturalmente, no se persigue, por lo tanto, es más auténtica.

Si alguien necesita sudar con el TCC, que entrene con los alumnos avanzados y ya me contará. Repeticiones de técnicas, empuje de manos, fortalecimiento postural, métodos, aplicaciones, técnicas de absorción de golpes, técnicas de pugilato, san shou, combate semi libre…

De todo como en botica.

Dicen que este arte es para “viejas”, pero yo he visto “viejas” a las que un chico de 20 años y de buena planta, no puede moverlas. Así que no seamos tan descuidados al juzgar las cosas.

Por supuesto algunos preferirán deportes de combate o artes marciales más “agresivas”, pero el Tai Chi Chuan es un arte intenso, efectivo, complejo sí, pero con unos matices que no suelen encontrarse en otras artes.

El Tai Chi Chuan es para todos y es tan generoso y amplio que tanto tiene un sitio para la gente que busca una actividad de baja intensidad para la salud, como el que necesite machacarse para transformarse en un guerrero.

Gracias por leerme

Fernando Veira

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Taller de «espada elixir de Wudang» o Wudang Dan Jian en Madrid (15/8/15)

Sábado entre amigos destinado a una primera aproximación a la Espada Elixir de Wudang, arma compleja, poderosa y ligera a partes iguales. Un preciado regalo para todos los que día a día intentamos avanzar en el absorbente arte del Tai Chi Chuan. Dos sesiones de entrenamiento dirigidas por el Maestro Fernando Veira a transmitir la ventaja en el combate que surge del continuo fluir de la espiral capaz de desviar y atraer casi imperceptiblemente el ataque del contrario llevándolo dócil y amablemente hasta el filo de nuestra propia arma. Equilibrada combinación de técnica, estructura, intención y esencia destinada a transformar todos y cada uno de los movimientos de quien blande su espada en el motor que la alimenta hasta resolver favorablemente el enfrentamiento con su enemigo. Ejercicio de doma recíproco que de tener éxito alcanzará un excelso maridaje entre el espíritu del guerrero y el espíritu del dragón que anida en el interior de su espada.

Por el momento, apenas unos primero pasos en esta senda, pero con la confianza de que practicando bajo la constante guía de quien logró adquirir estos conocimientos y ahora destina su tiempo a transmitírnoslos darán su fruto.

Muchas gracias al Maestro Fernando Veira y a todos los que asistieron al curso por compartir esas horas de práctica.

Mercedes Molpeceres Abella

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Sábado 15 de Agosto de 2015, El maestro Fernando Veira nos ha invitado al parque del Retiro para aprender Espada Elixir (Wudang Dan Jian), una forma de espada dentro del Tai Chi Chuan. Es raro para mi tener un sábado festivo ya que en mi trabajo se prodigan poco, pero tenerlo y poder ir al Retiro a aprender algo de espada de Tai Chi, era algo nuevo para mi. Debo decir que iba encantado por la compañía de los que conocía y salí encantado por la compañía de todos y, sobretodo, por los dos Shifu que nos acompañaban. Shifu Fernando y Shifu Manolo. Comenzamos la clase aprendiendo que la espada es en realidad un dragón, siendo la empuñadura la cabeza, con las borlas asemejando los bigotes, y la hoja el cuerpo, cosa que resultó ser útil, en parte, para entender los movimientos de la espada. Varios movimientos de la forma fueron desglosados por partes para entenderlos mejor hasta practicarlos más fluidamente. Aún así me quedó claro que, pese a explicarlo lo más claramente posible, esta es una forma compleja. De gran belleza, pero alta complejidad. El ambiente reinante favorecía la práctica. Los compañeros siempre dispuestos a ayudar a los que llevábamos menos tiempo practicando y todos listos para aprender de todos. Una gozada. Es increible cómo el acto de luchar, de intentar vencer al rival, de que muera y no nos mate puede resultar armonioso, bello, como una danza mortal. Después de comer volvimos a practicar para avanzar lo más posible; aunque sabíamos que no podríamos aprender la forma entera en un sólo día, todos teníamos ganas de «bailar». El día terminó con un gratísimo sabor de boca y un cansancio glorioso. Ya tengo ganas de seguir aprendiendo a manejar adecuadamente ese sutil arma que es la espada. Siempre me fascinará la paciencia de estos maestros para transmitir su saber y repetir las veces que haga falta y a la velocidad que sea necesario.

Quique Gallegos Sanz

La distancia como fundamento en las artes marciales

La distancia lo es todo en las artes marciales.

Se supone que es un concepto que cualquier practicante debería tener más que claro, el saber dónde está su oponente y la capacidad para evaluar el tiempo que llevaría cruzar el espacio que lo separa de su objetivo es una cualidad fundamental.

Sin embargo es una de las cosas menos practicadas y comprendidas en dojos y escuelas.

Para entrenar la distancia de forma estática no nos hace falta nadie.

En mis inicios, solíamos ir a un bosque, ponernos entre cuatro árboles y desarrollar las técnicas necesarias para impactar a los imaginarios (y estáticos) enemigos.

Es cierto que eso daba una idea de qué “arma” (miembro) podía llegar más lejos o más cerca con la efectividad deseada.

Obviamente este trabajo necesita, para volverse más eficaz, mucha más dinámica, el blanco debe ser móvil para darle realmente “sabor a realidad”.

Cuando entrenaba tiro práctico, había una gran diferencia entre cuando se practicaba la precisión ( de pié estático, apuntando tranquilamente a la diana), a cuando estabas en un “curso”, es decir, cuando metías en un escenario donde tenías que moverte, tumbarte, correr o inclinarte y donde tus blancos a veces se movían.

Si bien el ejemplo en este caso tiene que ver más con la puntería (otra cosa imprescindible en todo artista marcial), es obvia la diferencia entre estático y móvil, en lo móvil la dificultad se multiplica exponencialmente.

Así que si queremos entrenar como artistas marciales y asegurarnos un mínimo de capacidad técnica para los momentos oscuros (que todos esperamos que no lleguen, pero mejor no fiarse), debemos trabajar la distancia y, también la puntería.

La distancia es la gran olvidada.
Todos intentamos aprender técnicas complejas, estrafalarias, espectaculares. Muchos nos imaginamos nuestra patada o puño en una maravillosa toma fílmica ralentizada que impacta al malo y lo deja inutilizado por un buen rato y se nos dibuja una sonrisa.

Pero en el mundo real, una técnica, por más espectacular que sea, no vale nada si lo único que hace es sacudir el aire. Tampoco ayuda no acertar al sitio donde habíamos dirigido la técnica.

El uso de la distancia es, en sí misma, una técnica defensiva.
Si alguien sabe estar donde debe en el momento correcto, no podrás tocarlo y si no lo tocas no podrás neutralizarlo.

Los grandes guerreros, de toda la vida eran tan buenos con sus pies como con sus manos, es decir, que sabían dar los pasos necesarios tanto para ponerse fuera de peligro como para atacar de forma devastadora.

Esto es como la pizzería, de nada sirve que la pizza sea la más buena de la ciudad si el de la moto no llega a tiempo. A nadie le gusta que tarde la pizza, pero es peor si tu técnica llega tarde. El la primera te ruge la tripa y estás de mal humor, en la segunda puedes acabar en el hospital.

Esto se aplica a todas las artes marciales sin excepción, como también a los deportes de contacto claro está.

Es importante que nuestro entrenamiento incluya trabajo en parejas que estimule el desarrollo de la sensación espacial.

Un guerrero debe conocer su espacio, cuánto tarda en ir de un punto al otro, de esa manera podrá elegir con un margen bastante aceptable que movimiento o golpe utilizar.

Y se debe entrenar en pareja porque necesitamos tener un blanco que no se deje pegar por las buenas. El factor de resistencia del contrario es fundamental para que nuestro cerebro se acostumbre a la situación caótica y no estructurada que susualmente encontraremos en un combate, real o no.

No hay que matarse ni hacer locuras, existen ejercicios muy conocidos, facilones y divertidos.

También hay que practicar la precisión, o puntería, así sumamos cosas a favor de nuestra capacidad ofensivo-defensiva.

En las artes marciales y deportes de combate, es muy común que, en cuanto alguien falla en la distancia lo primero que hace es sacrificar la estructura para poder llegar. Esto es casi peor, porque, si alcanza su blanco, lo hará sin fuerza y si falla es probable que quede en una situación vulnerable.

Además la pérdida de estructura hace difícil enganchar la técnica siguiente, simplemente porque se te ha desarmado el aparato desde el cual podías lanzar tus ataques.

Las técnicas, para ser eficaces, tienen cada una un soporte corporal específico, una alineación definida de articulaciones, de ángulos, de pivotes, etc, que llamamos estructura.

Sin esa estructura es como empezar una casa por el tejado, será frágil y de poca utilidad.

Hay que hacer que el golpe, llave o proyección llegue en tiempo y forma, como la pizza, rápida, calentita y con la estructura intacta, porque si se le cae al de la moto y la aplasta un camión, eso no es pizza, es paté de pizza.

Por lo tanto, si vemos que no llegamos adecuadamente con una estructura sólida (que no rígida, ojo), es momento de ajustar más.

Gracias por leerme.

Fernando Veira.

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Ejercicio, deporte y artes marciales

Aún queda gente por ahí que piensa que hacer ejercicio es lo mismo que hacer deporte y que hacer un arte marcial, es necesariamente hacer un deporte.

Pero no es así.
El ejercicio físico o hacer ejercicio es una actividad con una finalidad muy concreta: la de aceitar el cuerpo, sacarlo de la inactividad, mejorar el metabolismo, la circulación, el volumen de oxígeno, etc.
Con ese fin, casi cualquier actividad es válida. En el mundo que nos toca, el sedentarismo enferma y mata, indirectamente, pero lo hace.
Obesidad, sobrepeso, acortamiento muscular, la lista es larga y todos la conocemos, porque es lo que nos grita el médico a la cara cada vez que nos entrega los análisis.
Por lo tanto, combatir el sedentarismo es fabricar salud, tanto física como psicológicamente, ya que la actividad física nos equilibra emocionalmente.

Luego está el deporte.

Su objetivo, contrario a lo que todo el mundo cree, no es la salud, sino obtener un rendimiento.

Este rendimiento está enfocado a conseguir determinadas metas deportivas.
La diferencia es que mientras el ejercicio sólo pretende obtener salud y equilibrio, en el deporte lo que importa es el clásico axioma olímpico “citius, altius, fortius” ( «más rápido, más alto, más fuerte») que un poco más profanamente podría interpretarse como ganar obteniendo la mejor marca de una disciplina.

Es en el deporte, sobre todo en el de élite, donde “el fin justifica los medios” se aplica de forma reglamentaria. Por eso la magnitud de las lesiones en los deportistas son mucho mayores, las que generalmente son por desgaste, sobrecarga, abuso de la estructura corporal, etc.

Cualquier quiromasajista o fisioterapeuta dirá que el grueso de su “clientela” son gente que “hace deporte” y se casca el cuerpo.

No quiero entrar en profundas valoraciones sobre las razones que llevan a una persona que no compite ni se dedica profesionalmente a una actividad a comprometer seriamente sus ligamentos, músculos, meniscos, vértebras, etc.

Pero un poco de prudencia y sentido común, no vendrían nada mal.
Recordar que lo que rompas ahora, será lo que en tus últimos años te dará la lata.
Desgastar no tiene nada que ver con fortalecer.

Una vez un amigo me dio un ejemplo genial.
Decía que gastábamos la energía corporal como quien emite cheques o talones sin pensar en cuánto le queda en su cuenta bancaria.

Esa energía, si se gasta toda en la juventud, obviamente escaseará en la vejez.

Las artes marciales son el tercer concepto a estudiar.

Se hace ejercicio y algunas tienen manifestación deportiva, mayormente las de orientación moderna.

Las tradicionales tratan al ser humano como un ser integral.

Aportan un código de conducta y con él, ciertos valores que mejorar la relación con uno mismo y los demás. Preparan además al practicante para momentos de estrés, fortalecen su voluntad y su valor. La capacidad de rechazar con éxito un ataque violento, es un plus.

En el caso de las artes marciales internas, hay un agregado que ninguna de las demás actividades contemplan y es la longevidad.

Su concepto es incentivar y repartir la energía que nos es asignada de forma que no nos gastemos todo del tirón, para que de esa manera nuestra vejez sea una vejez digna de vivir.

Estas tres opciones están disponibles en nuestra vida diaria.

Que cada uno tome la que le parezca mejor.
Gracias por leerme.

Fernando Veira

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Artes internas y externas, diferencias y similitudes, realidad y apariencia

Los que estamos más o menos familiarizados con las artes marciales chinas solemos usar, de forma algo liviana, los términos “externo” o “interno” para agrupar las artes marciales chinas.

Y digo algo liviana porque no se tiene plena conciencia de lo que estos términos abarcan.

Neichia (Neijia) significa “familia interna” y Weichia (Weijia) “familia externa”.

Un rastreo histórico determina que fué el escritor Huan Zongxi allá por el 1669 quien, en su obra “Epitafio para Wang Zhengnan», usó por primera vez estos términos. El autor esgrime esta clasificación de un modo muy peculiar, llamándole internas a las artes marciales de origen taoísta y externas a las de raíz filosófica budista.

Tenemos que mirar con atención esto. Zongxi era un opositor al gobierno de la dinastía Manchú o Ching (Qing). Los manchúes, eran considerados invasores y su cultura mongola un insulto a cualquier patriota chino.

El taoísmo era visto como la herencia religiosa y filosófica local y el budismo como algo foráneo, algo “extranjero”.
Según algunos historiadores esta división entre artes habría sido, en sus orígenes, algo más bien político que técnico.

Sin embargo el término fue cuajando lentamente hasta que en 1920 el maestro Sun Lu Tang definió que el Tai Chi Chuan, el Pakwa Chan y el Xingyi Chuan eran las artes internas por excelencia. Esta idea se mantiene aún hoy en día, considerándose a estas tres artes como los pilares del arte marcial interno chino.

Así ha llegado a nuestros días, pero aún sigue sin entenderse completamente esta definición.

Empecemos por lo que no es.

Suele pensarse que las artes externas son violentas y las internas se dedican a andar por la vida en una actitud contemplativa, con rostro sereno, una media sonrisa enigmática y la mano a la altura del pecho sostenida verticalmente en actitud de bendecir a todo el que pasa por delante. Esta visión descafeinada y santurrona no se parece en nada a la realidad.

Las artes marciales siempre fueron artes guerreras, con ellas se han enfrentado a vida o muerte los guerreros de todos los tiempos, así que tanto si uno les llama interno o externo, el objetivo de cualquier arte fue, es y será, alcanzar la mayor efectividad posible.
A nivel militar se usaron para ganar guerras, a nivel civil, para resguardar la integridad personal. Esto es algo que no se consigue lanzando margaritas a tu oponente o recitándole el Tao Te King.

La violencia no es una forma de moverse, ni usar armas o lanzar patadas a un saco. La violencia es un estado emocional que justamente todas las artes marciales intentan desterrar del espíritu de sus discípulos.

También se piensa que la intensidad de movimiento es otro factor diferenciador. Se tiene el prejuicio de que si vemos un movimiento veloz o explosivo no puede ser un arte marcial interno.

Se confunde una estrategia de entrenamiento de las artes marciales internas (el movimiento lento con el objetivo de controlar e interiorizar el movimiento) con que no sea capaz de actuar de manera contundente llegado el momento o incluso que no se deba hacerlo.

Interno y externo no es una clasificación moral.

Tampoco tiene que ver con moverse rápido y lento, “suavecito” o potente.

El maestro You Xuandé decía que en determinado momento de la práctica lo externo y lo interno se unían, es decir, llegado a ciertas alturas de maestría, esas diferencias se iban transformando en coincidencias.

Interno o externo no tiene que ver con el tipo de movimiento, sino con la forma de moverse.

El principio interno de movimiento no es más que una versión más profunda y elaborada de los principios que encontramos en las artes externas, es decir, es como navegar algunas capas más hacia adentro en busca de la mayor eficacia, entendiéndose por eficacia mayor resultado con menos consumo de energía.

Esto no quiere decir que las externas sean una porquería y las internas lo mejor ni lo contrario.

Interno y externo no son calificativos con los que aumentar o disminuir la calidad de un AAMM.

He visto gente haciendo boxeo que en realidad están haciendo un AAMM interno y practicantes de TCC que no pueden ser más externos en su ejecución.

Puede que un artista marcial externo acceda a ciertos principios de forma instintiva que son inherentes a lo interno. Es decir, hacer un AAMM externo no impide en ningún momento que, ya sea de forma intuitiva o evolutiva, acceda a la esencia de la Neichia.

No hay “muros” o barreras que te pongan de uno u otro lado, no hay una frontera infranqueable, son sólo definiciones, las definiciones son algo así como etiquetas y las etiquetas no funcionan con el interior de las personas.

De hecho considero que la mejor manera de alcanzar el significado de la escuela interna es haber entrenado la externa previamente.

En su defecto, hacerlo paralelamente está muy bien también.

A los alumnos que han accedido a un arte como el TCC sin haber pasado por otros como el kung-fu, kick boxing, karate, etc, siempre les matizo el entrenamiento con técnicas “externas”.

La misma técnica puede ser interna o externa, todo depende desde dónde sale el movimiento.

Para mí algunas de las diferencias fundamentales entre lo externo y lo interno serían, resumidamente, éstas…

La weichia usa la fuerza muscular directa, generalmente. Utiliza la fuerza cinética, o sea, acelerará una extremidad (brazo o pierna), por lo tanto la velocidad será un tema fundamental.

En la neichia se usa el moméntum, que básicamente es impulsar la masa propia para desplazar la del contrario transfiriéndolo al atacante. Aquí la velocidad no es determinante sino la transferencia del peso, que debe ser muy calculada y forma parte de la sutileza “interna”.

Otra es que en generalmente en la weichia se intercepta el miembro que ataca y en la neichia se intercepta el ataque, es decir, se perturba de forma global la acción del adversario.

Es más común que los jóvenes se integren en la escuela externa y es normal, ya que necesitan canalizar su vigor y energía. A partir de los 30 es más habitual encontrar gente en las escuelas internas, quizás porque cambia la mentalidad, nos volvemos más introspectivos, más resilientes, etc.

La escuela interna está pensada para que alguien débil y con poca salud se pueda defender con efectividad, es decir, es más para vagos, ya que se busca obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo, jeje.

Por esa misma razón las técnicas internas tienen menos impacto en la salud ya que desgastan menos, aunque bien hechas también cansan, pero cansarse y desgastarse son cosas diferentes.

La longevidad es un objetivo inherente a las AAMM internas, ya que no sólo hay que sobrevivir al combate, hay que ser capaz de llevar una vida plena y útil.

Pero con sus diferencias y coincidencias, ambas escuelas son dignas de estudio, práctica y respeto.
Espero poder haber aclarado un poco más y haber contribuido a despejar prejuicios y dudas.

Gracias por leerme.

Fernando Veira